El desarrollo de los medios masivos de comunicación ha ampliado significativamente las posibilidades del manejo promocional de la información, la instrucción y la formación cultural que antes brindaban otras formas tradicionales de comunicación.

Los usos y funciones de los soportes y productos digitales se han multiplicado en la medida en que los avances científico-técnicos brindan nuevas oportunidades de realización y expresión y, en consecuencia, la sociedad demanda de formas y contenidos comunicativos más complejos y diversos que consigan dar cuenta de cada realidad.

Vivimos en un mundo marcado, entre otros aspectos, por la tensión existente entre la agudización de las prácticas globalizadoras y la consecuente redefinición de los procesos identitarios, la influencia de las Tecnologías de la Información y la Comunicación en los itinerarios cotidianos de las personas y la creciente dominación económica e ideológica de los conglomerados transnacionales en los sectores mediáticos.

En un contexto tan complejo como el actual se impone, por tanto, nuevos desafíos a la hora de utilizar eficazmente los múltiples soportes tecnológicos digitales en pos de articular discursos y mensajes que sean capaces de reflejar valores propios y que convivan con más protagonismo con los valores estandarizados que imponen las culturas dominantes.

Como es lógico en la medida en que los artefactos tecnológicos, las herramientas y las aplicaciones se desarrollan y multiplican, también habilitan y constriñen la institucionalidad y la ritualidad de las prácticas profesionales de los comunicadores sociales cuyo  perfil laboral en el universo digital se redimensiona a partir  de una conjunción de rasgos abarcadores y dinámicos que establecen un desafío sin precedentes para la organización de las prácticas y/o  producción comunicativa y en especial, para las estrategias curriculares de universidades y centros de formación.

Organizaciones y proyectos de todo tipo se encuentran, además, con el reto de gestionar su identidad y reputación online, interactuar con sus públicos/usuarios, alcanzar mayor visibilidad a partir del uso estratégico de medios de comunicación digital. Por otro lado la presencia de un usuario potencialmente activo, representante de una “cibercultura” con diferentes modelos de participación y educación, impone nuevos análisis en torno a su comportamiento. Todo ello atravesado por la existencia de debates emergentes en torno a regulaciones y el derecho a la comunicación que el comunicador social debe conocer.

En este sentido, se ha consolidado la necesidad no solo de formar profesionales de la comunicación capacitados para diseñar, producir, realizar, distribuir y evaluar productos comunicativos sino también de hacer una gestión integral de estos contenidos y plataformas a partir de la conceptualización, diseño, implementación y evaluación de los procesos comunicativos que tienen lugar en el ambiente digital. Todo ello exige la conformación de un proyecto de asignatura como Comunicación Hipermedia que module integralmente aspectos de la teoría, la técnica y la práctica, transversales al campo profesional de la comunicación.